Esa casa es un lugar..., como explicárselo doctor..., donde cualquiera querría estar. Tampoco es una casa, un término demasiado edilicio. Es un hogar, un verdadero hogar, en la más cálida acepción de la palabra. Y aún existe otra posibilidad, en mis sueños, claro, que no he mencionado. Y es el hecho de que todos ellos estén ahí para cohabitar junto a una hada madrina.
—¿Hada madrina? —Inquirió el doctor, atónito.
—Si..., verá doctor, pasando al contenido humano de la vivienda, una de sus moradoras, bastante pequeña, aunque gigantesca comparada con las otras hadas, comparte al menos dos dimensiones de la existencia. La terrenal y la fantástica. En lo terrenal, es la inagotable organizadora del grupo, siempre pensando en la mejor manera de ayudar y beneficiar a los demás. En lo fantástico, es la mayor catalizadora de la química del amor, siempre prodigándolo a diestra y siniestra, como si se tratase de los maravillosos polvillos mágicos de los cuentos de nuestra infancia. Ella, estoy convencido, es el dínamo generador tras la maquinaria y también una hada madrina.
—Señor Ronoele —dijo el doctor, aclarándose la garganta— usted mencionó hace un rato una especie de dinámica en esos sueños. Y si recuerdo bien sus palabras, cierto tipo de complementación entre los mismos. ¿Me podría explicar eso un poco más?
—Sí, sí, doctor. Disculpe mis divagaciones, provocadas sin duda por las genuinas emociones que estos sueños me producen. Efectivamente, en la casa suceden cosas. Nada que usted y yo no sepamos, sólo cosas.
» ¿Cómo explicarme...? La vida en sí misma... Eso es..., va pasando la vida, como en tantísimos otros hogares. Los habitantes permanentes de la casa son unos pocos, pero ella está abierta para cualquiera que necesite de un hombro amigo en el cual apoyarse, y para los que se hallan en medio de las terribles tempestades de la infancia y la adolescencia, pues saben que allí hay un faro confiable que los guiará indefectiblemente hacia aguas más calmas. Allí transcurre la vida, lo que no es poco, doctor, no es poco.
» ¿Sabe a qué me refiero, verdad? Estudios, exámenes, cumpleaños, tentaciones, noviazgos, trámites, enfermedades, nacimientos, muertes. La vida, doctor, lisa y llanamente la vida.
—Ya veo...
—Además, hay algunos otros protagonistas, doctor. Omití mencionar que la casa se encuentra dividida, y que en esa otra parte, mucho más pequeña, habitan ciertas personas con enormes corazones que apenas caben en los pechos en que laten. Son corazones amigos, de infinita bondad y generosidad. Asimismo hay vecinos, comerciantes, amistades. En realidad, todo un barrio de clase trabajadora que conoce la existencia de la casa y brinda su ayuda en lo que puede.